¿Intolerancia a la lactosa es vivir sin lácteos?


En esta ocasión no voy a comenzar mi publicación hablando de recetas. Lo voy a hacer contando una pequeña historia, que sucedió hace años. Resulta que uno de mis tíos llevaba cierto tiempo con unas molestias de estómago, por lo que su familia decidió suprimirle todo lo que consideraban indigesto. Como era verano y estaban en la playa, pensaron que, ya a la vuelta de vacaciones, lo vería un médico, en caso de que sus molestias continuaran.

Así que el pobre pasó su mes de vacaciones en la playa, sin poder ni probar sardinas asadas, ni pescado frito, ni marisco, ni coquinas, ni pimentada, ni tomates aliñados, ni cerveza, ni todas esas tapas y comidas tan ricas que se toman en verano en la playa. A él le mantuvieron, se podría decir que lo castigaron, a una dieta de purés, queso fresco, yogur y pescado blanco cocido. Y a pesar de ese sacrificio, el pobre estaba cada vez peor. Al final de aquel sufrido verano, un médico le descubrió que lo que más le perjudicaba era precisamente lo que le habían obligado a comer: los lácteos, ya que sus molestias se debían a que tenía malabsorción de la lactosa, que se presentaba como intolerancia a la lactosa.

Al contrario que a mi tío, para mí el sacrificio hubiera sido que me privaran de los lácteos. Pensaba que no podría vivir sin ellos, pues la leche me gusta y todos los platos que se cocinan con ella, como la bechamel y purés; me gustan los yogures, mezlados con mermeladas, con frutas naturales o con miel, o como vinagreta en mis aliños y ensaladas; y la nata, en cremas de verdura y en helados caseros; la mantequilla untada en pan o como parte de bizcochos, pastas, galletas y masas; y no digamos, el queso, que me encanta en todas sus variedades, formas y origen, ya sea de vaca, de cabra, de oveja o de búfala.

Y resulta que, como mi tío entonces, yo también tengo ahora intolerancia a la lactosa. Y en el mes escaso que llevo tratando de adaptarme y asimilarlo, me entero de que personas que conozco, tienen digestiones tan "intolerantes" como yo.

¿Tendré que vivir en adelante sin lácteos?

Mi primera medida, en vez de quedarme llorando por los rincones, fue ir a un supermercado a ver qué encontraba. Dado que en la actualidad se presta mucha importancia al tema alérgenos e intolerancias alimentarias, algo debía de haber. Y había. Tanto que salí del supermercado como si hubiera cursado un máster en lácteos. Me había leído todas las etiquetas de todas las leches sin lactosa y de todas las margarinas, y de todos los falsos yogures. Y con lo aprendido, no me quedó valor para acometer la asignatura de los quesos.

Descubrí que una serie de marcas que ofrecen leche sin lactosa, contienen en realidad leche con lactosa, a la que añaden lactasa. La lactasa es la enzima que nos falta a quienes no podemos absorber la lactosa, enzima que separa el disacárido lactosa en los dos azúcares que lo componen, glucosa y galactosa, que sí son absorbibles.

Esas leches yo no las voy a consumir. Ya bastante distinta es la leche envasada de la que sale de las vacas. Acepto que a la leche le quiten, grasa, por ejemplo, o lactosa. Que le añadan, no. Y menos aún una enzima que se produce dentro de nuestro intestino, una enzima que no es de la leche. Es como si para hacer más digerible un alimento graso, le añadieran jugos gástricos.

Menos mal que he encontrado leche sin lactosa ni lactasa. Dos marcas, una es de Central Lechera Asturiana y la otra, es de Puleva. Una alegría saber que puedo seguir tomando leche y los platos que con ella se preparan. Me servirá también para hacer yogures en casa con una yogurtera.

La mantequilla la sustituiré por margarina. Y con estas pensaba que no tendría problema, ya que la margarina, al contrario que la mantequilla, se elabora con grasa vegetal. Pero resulta que los fabricantes las enriquecen, añadiendo leche. O sea que no son ni margarinas ni mantequillas, y por ese enriquecimiento a base de leche, fastidian a quienes no podemos digerir lactosa. He encontrado una, de la marca Tulipan, especial, dice, para el crecimiento de los niños. Es totalmente vegana, como debe ser una margarina. Y esta es la que estoy tomando, aunque yo no sea ya una niña ni esté en edad de crecer.

No he encontrado aún sustitutos para la nata y el queso, pero ya se me ocurrirá algo en los platos que los llevan.

¿Y qué pasará con mis recetas?

Nada. Tener intolerancia a la lactosa, como al glúten, es una limitación que no hay por qué tomar como un disgusto. Mejor es verlo como una posibilidad de descubrir una nueva cocina con recetas alternativas. Siempre me ha gustado descubrir y probar nuevas ideas y esto me ofrece una nueva oportunidad.   

Las próximas recetas de La Cocina de Lola no cambiarán. Tan solo presentaré el ingrediente alternativo para quienes, como yo, tengan intoleracia a la lactosa.

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