Consecuencias de los cambios climáticos en las plantas

Si me preguntaran en qué punto se inicia el proceso de nuestras mermeladas de verano, respondería que para la elaboración comienza en el pesado de la fruta que voy a utilizar en un lote. O también podría decir que empieza en la recolección. Pero al proceder de nuestro huerto la mayor parte de la fruta, yo sitúo el principio del proceso de las mermeladas de verano en el otoño anterior, cuando en las ramas de los frutales se forman las yemas florales que durante el invierno van a permanecer cerradas y protegidas de los fríos.




Repaso los árboles en otoño y compruebo las yemas, su número me anticipa la producción que tendré, si todo va bien. Tras el frío del invierno llega la primavera con temperaturas más suaves y más horas de luz natural. Se produce entonces la floración. En algunas especies la floración es anterior a la apertura de las hojas, que salen pocos días después. Se puede decir que el árbol dedica toda su fuerza al desarrollo y fecundación de las flores ya que de estas saldrá la fruta y las semillas.




¿Pero qué pasa cuando se producen cambios en el clima?

En otra ocasión hablé ya del peligro de lo que se conoce como falsa primavera. Sucede eso cuando antes de finalizar el invierno vienen días con temperaturas primaverales. Esa falsa primavera confunde a las plantas y florecen antes de tiempo. Al continuar el frío invernal luego esas flores se queman y al llegar la primavera de verdad esos árboles que ya han florecido, no vuelven a florecer y no hay fruta si antes no ha habido flores.

Igual de perjudicial es un invierno de temperaturas anormalmente suaves. Esos cambios climáticos afectan a la vida de los seres que se encuentran en la naturaleza. En tanto se adaptan, la confusión altera su ritmo biológico. Con un invierno atípico, no es extraño que también floración y fecundación sean anormales. Las flores nacen aisladas y débiles y los frutos que dan, son escasos y pequeños.



Y en verano, tras un invierno de sequía, el calor intenso consume a las plantas como a las personas. Las personas bebemos más agua y buscamos remedios que nos ayuden a sobrellevar las altas temperaturas. Para las plantas es peor porque su medio se seca y no pueden moverse de donde están. Si se dispone de agua, los riegos deben ser más frecuentes, a ser posible, por pie, y por descontado, no en las horas de más calor. 

En nuestra tierra no es atípico un verano caluroso, pero si sopla viento fuerte de manera continua sí puede ser perjudicial, sobre todo si se trata de viento de Levante. Es este un viento que seca aún más la tierra y castiga a las plantas porque arrastra mucho polvo y partículas, que golpean y se depositan sobre las ramas, hojas y frutos. El riego, que se hace más necesario, resulta difícil e ineficaz porque no siempre lo recibe la planta. Los frutos no se desarrollan bien. Si alcanza mucha velocidad este viento quiebra y desgarra las ramas y arranca hojas y frutos, incluso puede echar al suelo un árbol entero si sus raíces son superficiales.


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