Este plato se puede preparar tanto para una comida normal como de fiesta.
Para 2 personas vamos a necesitar:
500g aprox. de pechuga de pavo en uno o dos trozos sin filetear
Jalea de membrillo
1 cebolla mediana
1dl de vino oloroso seco
1 cucharadita de concentrado de carne (Bovril)
Aceite de oliva
Agua caliente
Sal y pimienta molida
Si se dispone de una redecilla para guisar, se introduce la carne dentro. Si no, se ata la carne con hilo de algodón grueso. La condimentamos con pimienta molida.
Partimos la cebolla en juliana fina y las tiras que resultan, se parten a su vez en dos o tres trozos.
Ponemos aceite en una sartén a fuego suave y echamos la cebolla. La dejamos que se vaya ablandando. Antes de que se dore, ponemos la carne en la cacerola y subimos un poco el fuego. La carne se debe dorar solo ligeramente y la cebolla se dorará con la carne. Echamos entonces sobre la carne todo el contenido del tarro de jalea y bajamos el fuego al mínimo.
El tarro vacío lo llenamos de agua caliente donde disolveremos el concentrado de carne y lo añadimos a la cacerola.
Con la cacerola casi tapada se hace la pechuga durante media hora. A la mitad del tiempo se le da la vuelta. Es muy importante que el fuego sea mínimo durante toda la cocción.
Pasado ese tiempo, se saca la pechuga.
Sin apartar la cacerola del fuego, añadimos el vino y subimos el fuego durante 1 minuto para que pierda el alcohol y la salsa se reduzca. Probamos cómo está de sal y añadimos un poco si hace falta.
La salsa que obtenemos es un almíbar espeso agridulce con la cebolla confitada.
Cuando la pechuga se enfríe lo justo como para poder tocarla, se le quita la redecilla. Así es más fácil que si se deja enfriar del todo. La carne en cambio se corta mejor fría que caliente.
Para servirla se puede partir a rodajas con un cuchillo bien afilado o con un cortafiambre y disponerla en una fuente o emplatarla, acompañada de patatas cocidas o en puré y de la salsa caliente, que se puede servir aparte.
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